ACERCA DE
Donde la tierra, la familia y la naturaleza se encuentran.
Rancho Amalia es el resultado de años de esfuerzo, visión familiar y amor por la tierra. Comenzó como un pequeño restaurante con paseos a caballo, siguiendo una tradición muy costarricense de nombrar a los restaurantes como “ranchos” acompañados del nombre de alguna persona especial. En este caso, se eligió el nombre Amalia, inspirado en la hija de la familia fundadora, por su significado, su origen sueco y el valor simbólico que encontró una amiga de la familia que analizaba nombres.
Con el paso del tiempo, el proyecto fue transformándose. Aunque el restaurante cerró por un periodo, nunca se perdió el vínculo con la tierra ni con la comunidad. Con el apoyo de los hermanos y el deseo compartido de hacer algo significativo, se construyeron las cabañas utilizando madera de ciprés proveniente de la propia finca familiar. Así, nació una propuesta de hospedaje que no solo respeta el entorno, sino que lo honra.
Hoy, Rancho Amalia es mucho más que un lugar de descanso: es un espacio de conexión con la naturaleza, de bienestar y de autenticidad. La finca cuenta con 34 hectáreas que combinan agricultura, reforestación y conservación. Dentro de ella se encuentra la reserva forestal privada “Los Higuerones”, hábitat de una rica diversidad de fauna: desde colibríes, tucanes y perezosos, hasta avistamientos ocasionales de quetzales y ocelotes. Todo esto gracias a su cercanía con la Reserva del Chayote y el compromiso con la conservación.
Los paisajes son cambiantes y encantadores durante todo el año: verdes intensos en época lluviosa, tonos cálidos y dorados en la estación seca, con ocasos que pintan el cielo de colores. Desde distintos puntos se puede observar el Golfo de Nicoya, la Gran Área Metropolitana y las montañas en tres planos visuales.
El restaurante actual está a cargo de miembros de la familia que se esmeran en ofrecer una cocina local con ingredientes frescos y de calidad. A quienes lo visitan, se les brinda café de productores locales premiados.
En el hospedaje se les da una muestra del café de altura a los huéspedes, el cuál aún se cultiva en la finca: un legado del abuelo Guillermo, quien apostó por sembrar café en estas tierras cuando nadie creía en su potencial. Ese mismo espíritu visionario sigue vivo en todo lo que aquí se hace.
Rancho Amalia sigue siendo un proyecto familiar, atendido con cercanía, cariño y respeto por la naturaleza. Cada integrante del equipo, desde quienes cuidan los caballos hasta quienes preparan la comida o dan la bienvenida en las cabañas, forma parte de una experiencia pensada para reconectar con lo esencial.
